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La Feria de Abril, más que ser simplemente una fiesta de primavera, es una semana llena de color, de farolillos, de gitanas y de mucho más. En definitiva, la Feria de Abril es una obra de arte que suscita un sentimiento dentro de nosotros.

Para comenzar, la Feria de Abril se remonta al 25 de agosto de 1846 cuando dos concejales y empresarios, Narciso Bonaplata y José María de Ybarra, propusieron al Ayuntamiento de Sevilla celebrar una feria agrícola y ganadera.

El 15 de septiembre de 1846, el alcalde, Alejandro Aguado, fijó los días 18, 19 y 20 de abril para su celebración donde se centró en esa temática agrícola y ganadera. Sin embargo, dado su éxito con el público, los sevillanos con sus cantos y bailes pasaron a ser una parte central de la feria.

Finalmente, la feria fue autorizada el 5 de marzo de 1847 con un decreto de Isabel II. Su origen como fundación real da nombre a un sector del recinto conocido como el Real de la Feria.

Y es que no solamente consiste en una feria, sino que se trata de todo un recinto ferial dividido en tres sectores: el Real de la Feria, la calle del Infierno y los aparcamientos.

Si subes una foto a Instagram estando en la feria, seguramente te pondrá como ubicación el Real de la Feria, es decir, el paseo principal por donde pasan los carruajes y se encuentran las casetas (tanto públicas como privadas). En ellas, podemos bailar, cantar y disfrutar de la fiesta.

El Real de la Feria se llama así no solo gracias a Isabel II, sino también por el real, moneda de 25 céntimos de peseta, que cobraban los cocheros para llevar a la gente a la feria.

El Real cuenta con 25 manzanas y 15 calles de adoquines. Todas ellas, por supuesto, con sus aceras de albero, adornadas con miles de farolillos y bombillas que alumbran cada noche.

Después, tenemos la calle del Infierno, en realidad, irónicamente, el cielo de los más pequeños y no tan pequeños al tratarse de un parque de atracciones que se sitúa contiguamente al Real.

Aquí disfrutan tanto niños pequeños como adolescentes y adultos porque hay “cacharritos” para todas las edades y gustos, desde coches locos hasta caídas libres. De hecho, hay cerca de 400 actividades feriales destinadas a la diversión para todos los públicos.

Pero no sólo cuenta con eso, también tenemos espectáculos, tómbolas, circo y un montón de puestos de comida donde se sirven patatas asadas y chuches entre muchos otros.

Y por último, tenemos los aparcamientos, algunos de ellos de pago, con aforo para 20.000 coches. Destaca el aparcamiento junto al Charco de la Pava, conocido por haber sido uno de los mercadillos más grandes de Sevilla.

Este parking está conectado con el Real mediante un servicio de autobuses gratuitos.

Pero… ¿Qué hace que la feria sea realmente La Feria de Abril?

Se trata de ese sentimiento de orgullo y comunidad donde todos nosotros, tanto familia como extraños, sevillanos o no, nos juntamos por un motivo común: celebrar quienes somos como españoles y la cultura y tradiciones que nos definen.

Es esa vestimenta tradicional como los vestidos de gitana o flamenca con esos rojos, blancos, negros, rosas, azules e incluso verdes junto con esas canciones que plasman el espíritu español. 

A esto se le suma las tapas, comida icónica española, que incluye tortilla de patatas, embutidos, salmorejo entre muchos otros platos tradicionales.

Más aún, es el bailar al son de una sevillana o un flamenco mientras todos nos aplauden y animan y disfrutamos de la bebida típica de la feria, el rebujito, una bebida hecha a base de fino o manzanilla mezclado con bebida de lima o limón.

Y de ahí, como dice la tradición, pasar por la Plaza Buñueleras o Cava de los Gitanos en la salida del recinto para tomar un chocolate y unos buñuelos con nuestros amigos y familia. 

Para después montar en una de las carrozas y finalizar esta gran experiencia todos juntos con la “cena del pescaíto” y observando el “alumbrao” o «alumbrado», ese encendido de miles de luces, y los fuegos artificiales.

De esta manera, ignoramos los elementos que nos distancian y celebramos esas bellas tradiciones y costumbres que nos unen como personas y como país, transmitiendo ese sentimiento de orgullo y comunidad.

 

Este artículo ha sido realizado por Gregorio María.

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Cariño, devoción y una fidelidad absoluta. Eso es lo que nos hace sentir un perro, y son las cualidades que trabajo todos los días, algo que se lo debo a mi abuela, que era jueza internacional de exposiciones de perros, lo que me permitió crecer rodeado de animales. También, siento que mi identidad está dividida entre dos países, España y Estados Unidos. Desde los tres años he estado en un colegio americano en Madrid, mi segunda casa, y ha hecho que tenga una mentalidad abierta y comprensiva. Además, pienso que la curiosidad es un regalo de la vida que nos permite avanzar y crecer como personas. De hecho, desde pequeño la curiosidad ha sido mi motor en temas como la tecnología y la literatura. Esto me ha permitido desarrollar mi creatividad, y adaptarme a todo tipo de situaciones. De ahí, a que mi pasión sea conocer la magia que ocurre más allá del escenario, detrás del telón, y saber como se organiza un evento.

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